Justina muere a causa de la violencia de un pueblo ficticio, durante su sepelio regresa de la muerte y pide cuatro días más de vida para contar su historia. Ella narra desde su recuerdo situaciones como la violencia contra la mujer, el despojo, la memoria, la guerra, el progreso que arrasa la cultura, el desplazamiento. Situaciones que se repiten constantemente y que es necesario nombrar para poder reconocernos como habitantes de un país en donde todo se normaliza, sin la posibilidad de discernir para evitar el torbellino que no nos deja avanzar hacia una sociedad más amable, más justa, en donde podamos vivir pacíficamente.

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Justina encarna a hombres y mujeres que a diario se salen del molde y de la etiqueta para hablar duro a una sociedad que vive inmersa en la banalidad y que se han convertido en el tiro al blanco del poder. Sin hacer una propuesta panfletaria, sino acudiendo a la metáfora, la poesía, la sátira y la burla de nosotros mismos hacemos un homenaje a los “locos” que todavía gritan a pesar de la muerte, para borrar de la faz de nuestro territorio la maldición de la sangre.